CALAVERA
A MADRE IRMA
Llegó la fiesta al panteón
entre flores y comida,
se viste de gala la Parca
y prepara su salida.
Ya sabe que está de moda
ser tan flaca como espectro,
y salir en las revistas
presumiendo el esqueleto.
“No es concurso de belleza,
eso sí quiero aclarar,
que me encuentro tan bonita,
no lo puedo yo evitar”.
Entre tanta vanidad
no le dio tiempo a la ciencia
para ampliar conocimientos
que se adquieren a conciencia.
Haciendo ronda nocturna
a pie, no crean que en coche,
descubre una luz encendida
a eso de medianoche.
De muchos libros rodeada,
algunos de Biología,
estudiaba la madre Irma,
que ni el sueo ya le hacía.
Y la
Parca, muy curiosa,
se acercó para leer,
pero fue tanto el asombro
que nada pudo entender.
Entre tanto garabato
de escaleras retorcidas,
alaninas con timinas,
citosinas con guaninas.
Quiso entender un poquito
y solo sintió frustración;
“¡Eso me pasa por ser vanidosa
y vivir en el panteón!”.
La madre la observaba
con ojos de admiración;
de solo ver a la Flaca
le faltó respiración.
“Si tú me enseñas ahora
la ciencia con devoción,
te dejo vivir más tiempo
y no te llevo al panteón”.
“Esto sí será difícil
--pensó la madre al momento--,
con la pura secundaria
se me acaba hasta el aliento”.
Armándose de valor
con la
Parca decide pactar:
“Yo te enseño Biología
y tú me dejas de molestar”.
“Ácidos ribo y desoxirribonucleicos
retorcidos en hileras,
prefiero ser vanidosa
y vivir a mi manera”.
Y la
Flaca vanidosa
de la madre se burló,
pues no le importó el pacto
y al panteón se la llevó.
Mónica Muñoz López
(Segundo
grado, grupo B)